jueves, noviembre 25, 2010

Como me lo contaron, lo cuento







Por: Antonio Criado Barbero



Entre sueños e ilusiones de emancipación de la clase obrera llegó aquella maldita guerra. Antes de marchar a los frentes de Málaga, el 1º había abierto las puertas de la cárcel de Arahal a gentes de derecha allí encerrados advirtiéndoles de que algo malo se les avecinaba. Algunos así lo hicieron y se salvaron; otros creyendo emboscada se quedaron y horas después eran ejecutados por una mano negra cuya identidad ni los historiadores aventuran.



EL RINCÓN DE LAS PERSONAS OLVIDADAS

La corta vida de los hermanos Pedro y Pablo Fernández Gómez La historia de estos dos hermanos es un bello ejemplo de socialismo y de fraternidad, pero encierra las más crueles de las desgracias. Desgracias provocadas por la endemoniada mano de los asesinos de la justicia y la dignidad humana. Harían falta muchos libros, y no exagero, para hablar de la honradez, calidad humana y luchas socialistas que ambos llevaron acabo; por lo que trataré de trasladar las pinceladas más significativas o relevantes de su vida aunque yo creo que todas lo fueron. Si alguien se pregunta porque hablo de ellos a la vez es por algo, por lo que la gente que los conoció destacaba, y que es, ni más ni menos, el sentimiento de hermanos tan grande que se tenían. El primero le llevaba al segundo 12 años y a causa de la impronta muerte del progenitor cargó bajo su responsabilidad los pasos del segundo. Del primero decían que era hombre muy serio, respetuoso, honrado y formal cual paladín de novelas caballerescas. Del segundo las mismas pero cargado de una jovialidad, alegría e ímpetu propias de quien tan buen ejemplo lo ha instruido. Mucha gente se burlaba en buenas formas de ellos porque, tras pernoctar en los cortijos donde como jornaleros trabajaban, solían amanecer abrazados pese a ser ya adultos. Llegué a escuchar de la boca de un compañero de luchas ya fallecido "que había hermanos que se querían pero que jamás vio a dos que se quisieran así". El primero, Pedro, pudo ir a la escuela hasta los trece años, trasladando todo lo aprendido al segundo y en lo posterior, ambos, autodidactas como muchos otros, y sedientos de cultura y saber humano llegaron a ser hombres ilustrados y jornaleros del campo a la vez. Ambos sufrieron prisión a edades de juventud por sus luchas en labores sindicales y socialistas de la U.G.T. y P.S.O.E.. Pedro, en el año de 1934 era vicepresidente de la U.G.T. de la localidad Sevillana de Arahal y que contaba con más de 800 afiliados y quisiera destacar que él mismo, pese al empeño de sus compañeros y pese a su valía, nunca quería ocupar puestos de dirección... El segundo de abordo, Pablo, era miembro de la agrupación socialista de Arahal y miembro de la U.G.T. y en 1936 presidente de las juventudes socialistas de la localidad. Entre sueños e ilusiones de emancipación de la clase obrera llegó aquella maldita guerra. Antes de marchar a los frentes de Málaga, el 1º había abierto las puertas de la cárcel de Arahal a gentes de derecha allí encerrados advirtiéndoles de que algo malo se les avecinaba. Algunos así lo hicieron y se salvaron; otros creyendo emboscada se quedaron y horas después eran ejecutados por una mano negra cuya identidad ni los historiadores aventuran. Ambos hermanos ya en el frente republicano pasan a ser personas de responsabilidad y se separan para en vida jamás volverse a encontrar. Pablo, el menor, es capturado y ejecutado o asesinado seis meses después de acabar la guerra; el otro estaría en prisión hasta años más tarde. No se pudieron despedir, aunque quizás sus corazones sí lo hicieron. El mayor, Pedro, quizás se libró de la muerte por brindarle la vida a los que luego mataron a su hermano, quizás por su extrema honradez, quizás porque le quedaban muchos niños a los que enseñar a leer, como hizo, antes de quedarse ciego... Quizás porque aún la vida le iba a quitar a su esposa y compañera por no tener dinero para las medicinas que necesitaba su enfermedad, quizás porque aún tenía que padecer cáncer y la humillación del vencido. Pero quizás, por encima de tantas desgracias y de no ver sus sueños de libertad cumplidos, lo que más lo consumió, según el testimonio de su hija, fue el hecho de no haber estado junto a su hermano en su trance de muerte. Pedro mencionaría y recordaría a su hermano cada instante y día del resto de su vida. Ambos eran mi abuelo y tío abuelo. Desde aquí les mando un beso y un recuerdo para ellos, y decir que siempre, siempre, les llevaré conmigo. *Con todo el cariño que mi corazón es capaz de expresar, a su nieto narrador de esta ejemplar historia, sabiendo que derramara lagrimas al recordar una vez mas la historia de sus abuelos.







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