miércoles, mayo 14, 2008


Sáhara en el corazón
Hablando desde la solidaridad y el amor a este pueblo hermano. El Sáhara Occidental, reconocido por una parte de la Comunidad Internacional, y ocupado por Marruecos desde 1975, constituye un territorio con una situación muy compleja. En espera de un referéndum de autodeterminación, que, apremiada por la ONU proyecta España en los 70, la colonización española aún pesa.
El Sáhara es singular en el Norte de África. Sus grabados y arquitectura funeraria lo documentan. Los Sanhaja -antiguos beréberes- emigran desde el norte del continente a Saguia al Hamra, expulsando a la población negra. Ocupan la región, en un periodo que abarca unos mil años, y cambian su modo de vida, volviéndose nómadas. Cuando busquen pasto para sus ganados -siglo III-, delimitarán las lindes de la zona sedentaria, al norte de Draa, y la nómada en el sur. La conversión al Islam -siglo VIII- y la consolidación almorávide -siglo XI- los dividen. Unos se asientan en Marruecos y fundan Marrakech. Otros se quedan. Se fusionan -siglo XIII- con beduinos árabes del Yemen -los Beni Hassan-. Aparecen los saharauis, que, entre los siglos XIII y XVI, se mueven a través del desierto por rutas regulares. No conocen ni fronteras ni poder ajeno. Con un orden social propio, tras arrebatarles a los herederos del imperio de Ibn Yacin su condición de guerreros -siglo XVII-, el territorio se equilibra. Las tribus se establecen. Nace una especie de Estado: los chorfa -descendientes del Profeta-, cuya santidad les protege de ataques. Los arab, guerreros vencedores que se establecen en la zona de pastos, y zuaia, guerreros vencidos, que se dedican al estudio y la meditación en la región de nomadeo. Los znaga, tributarios de otros pueblos, últimos nietos de los zeneta, malemin, artesanos y judíos, que se marchan a la costa, lo más preciado del país. Y, los haratin -libertos- y esclavos. Por encima de simpatías y recelos, todos se unían para hacerle frente al enemigo común. Todos reconocen una frontera, el Jat al-Jaof -línea de peligro-, que casi coincide con la natural del territorio, y, sobre todo, con la cultural.
En el siglo XV, la corona de Castilla se instala en la costa atlántica. Marruecos le reconoce a los españoles no tener poder sobre Saguia El Hamra -siglo XVIII-. España quiere reconocer la zona -siglo XIX-. Sin embargo, con la complicidad de Mauritania, desde Berlín -desde donde los europeos entran en África- Europa recomienda tratar con los nativos y ocupar los terrenos sin dueño. España y Francia se reparten Marruecos. España se queda con el Sáhara, que no controla hasta 1936. Francia lo reduce hasta dejarlo en los límites actuales -siglo XX-. En 1958 España declara el Sáhara provincia española cuando Marruecos se independiza. La ONU proclama el derecho de autodeterminación de los saharauis -1965-. Marruecos no está de acuerdo: desea la anexión. Tampoco lo está Mauritania: le teme al sueño marroquí del Gran Magreb. El Polisario se convierte en la fuerza política dominante saharaui -1975-. Marruecos aprovecha la debilidad de España, sumergida en un proceso de transición democrática tras la muerte de Franco, para invadir el Sáhara. Mauritania le sigue. La población civil saharaui huye. Se refugia en Argelia. España acaba ofreciendo el territorio a Marruecos y Mauritania -Acuerdos Tripartitos de 1975-. El Polisario proclama la República Árabe Saharaui Democrática -la Rasd-, un día después de que España abandone la zona -27 de febrero de 1976-. Mauritania firma la paz con el Polisario -1979-; y se marcha. Marruecos se queda. Es la guerra. El Consejo de Seguridad de la ONU elabora un plan de paz -1991-, y una comisión especial para el referéndum (Minurso). La comisión controla el alto el fuego, desde que se decreta el 6 de septiembre de 1991; y prepara el referéndum, programado para 1992. La exigencia marroquí de incorporar a sus 170.000 candidatos a votantes, la pasividad española y la influencia de EEUU han tirando por la borda la ilusión.
Habrá que seguir buscando. En su arena como polvo de estrellas -yo no sé cómo es ese polvo, pero es ése del que hablan los que buscan nuevos soles más allá de plutón-. En su naturaleza implacable. En su belleza rotunda. El desierto más grande de la tierra: al Sahara wa kalbi -El Sáhara, en el corazón-.

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