miércoles, diciembre 19, 2007

¿ES TIEMPO DE CONSUMIR, ES HORA DE ENDEUDARSE O ES HORA DE AUTOEDUCARSE?

Cuánto echo en falta el ansia de superarse y escalar en la vida de esta generación que se conforma con consumir y vivir de una manera teledirigida. Antonio Criado Barbero…..

Recuerdo con añoranza aquellas Navidades donde mi madre se ponía la pobre a amasar y elaborar aquellas ricas tortitas que llevaba a la panadería de Faustino y éste las metía en el horno. En casa el olor a manteca y ajonjoli duraba meses. Yo que siempre fui muy glotón me llevaba todo el día alrededor de mi madre preguntándole qué haría de comer la noche buena. Ella, con aquella paciencia que tenía conmigo siempre me respondía, un cochino relleno.

Cuando por fin llegaba el día mágico de la noche buena mi padre traía del campo en su bicicleta lo que podía que casi siempre era un pollo y preparábamos la mesa con aquel lujo. Sobre media tarde mi madre me mandaba por una peseta de cisco a la carbonería y encendía la copa o bracero a la que le ponía un poco de alhucema o romero y nos sentábamos todos a la mesa. Recuerdo el año aquel que mi madre me sorprendió con unas castañas en dulce, todo un lujo.

Con que poco se podía ser feliz, ahora si entiendo las apreturas con las que se encontraban mis padres para poder ponernos aquellas cenas de Navidad y valoro en sobremanera la educación de vivir conforme a sus posibilidades, siempre animándonos a superarnos y desde la honradez, ésa sí a machacamartillo, ir escalando en la vida. Mi madre era analfabeta total, no sabía ni leer ni escribir, pero tenía una mente privilegiada; con cuatro pesetas era capaz de alargarlas poniendo y quitando para llegar a fin de mes y además, a su manera, era una mujer muy avanzada en su época: la lucha de clases, de género y el saber los tenía muy desarrollados y a mí, el más pequeño de la casa, me los fue inculcando de una manera muy sutil.

Hoy en las casas tenemos de todo, se tira comida pero no se le ha inculcado a los pequeños de la casa el saber valorar esas cosas pequeñas, del vivir según su realidad y el trabajo que cuesta el sacar una casa adelante, desde la realidad de lo que somos. Es generalizado el vivir por encima de las posibilidades reales, los niños ya se aburren porque lo tienen todo pero no tienen nada. Las casas las atiborramos de artículos que para nada valen pero que como el vecino lo tiene o sale en el televisor, pues no vamos a ser nosotros menos. En casa se prepara comida para tres veces lo que se consumirá, y por aquello de no tirar nos llevaremos medio enero comiendo de las sobras ¿para qué tanto derroche, para que tanto alimento innecesario y por tanto prescindible?

Todos nos hemos acomodado a estar aplanados y el lema es al menos sobrevivir, entrampados hasta los ojos, vivimos asustados pensando en cuando acabaremos de pagar y estar en paz con bancos y prestamistas. Y sin darnos cuentas trasmitimos esas sensaciones a los más pequeños de la casa y en la sociedad, ya estamos recogiendo esa cosecha nefasta de la desilusión del acostumbrarse a vivir dando la espalda a reivindicar un futuro mejor, un futuro, donde el construir un mundo más equitativo en igualdad, sea una meta a conseguir.

Y el futuro es para que lo viva y disfrute esa juventud a la que hoy nos encontramos desmotivada y desilusionada porque ellos y ellas, los jóvenes, no ven salida a sus lógicas expectativas de futuro.

Y es aquí donde yo quiero llegar ¿hemos sabido educar a nuestros pequeños, les hemos sabido transmitir el espíritu de la superación personal y colectiva, le hemos sabido legar que en el mundo todos nacemos iguales, mismos derechos mismos deberes ¿ y que el inconformismo razonable es un deber de los más desfavorecidos?

Yo sin tener la verdad absoluta, entre otras cosas por que ésta no existe, sí quiero decir que no, que mi generación y la posterior hemos escogido el instalarnos en el tópico de que a mis hijos no les dé ni el aire y que todo lo que yo no tuve les sobre a ellos, sin tener en cuenta su personalidad y sobre todo un valor en desuso, el desear una cosa y ver de superarse para conseguirla por ti mismo: “éste es el mejor premio que como persona podemos conseguir”.
Termino con esta perla a quien corresponda
Hay un muro lleno de hiedra joven/Al final de la calle/Y muy dentro de nuestros corazones/Que nos protege de tantas palabras huecas/Y de tantos miedos y mentiras nuevas.

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